Las revoluciones de 1989 en la Europa oriental habían
supuesto un acontecimiento histórico de múltiple resonancia. Por un lado,
constituyeron el derrumbe de los sistemas comunistas construidos tras 1945, por
otro, significaron la pérdida de la zona de influencia que la URSS había
construido tras su victoria contra el nazismo y no dudaban en
denominarlo "imperio soviético".
La guerra fría va a
terminar de una forma que nadie se hubiera atrevido a pronosticar unos años
antes, por el derrumbe y desintegración de uno de los contendientes. El fin de
la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética son dos fenómenos
paralelos que cambiarán radicalmente el mundo.
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